domingo, 30 de julio de 2017
La diferencia entre hambre física y emocional
El hambre, en término simples, es la señal de que nuestro cuerpo tiene el deseo o la necesidad de ingerir alimentos. Y existen dos tipos que todos los humanos hemos experimentado: el hambre física y el hambre emocional.
El problema es cuando el hambre emocional, caracterizada por el consumo en exceso y el sentimiento de culpa, se hace tan común que descompone por completo nuestros hábitos de alimentación saludable, al grado que dejamos de distinguir entre una y otra.
Es muy importante que mantengas el hambre emocional a raya, por eso hoy te dejamos una lista de características para distinguir el hambre física y la emocional.
Hambre física
Aparece gradualmente.
Puede ser pospuesto.
Te sientes satisfecha con cualquier comida.
Una vez que te sientes satisfecha dejas de comer.
Te sientes contenta y no tienes culpa.
Hambre emocional
Aparece repentinamente.
Provoca antojos específicos, por ejemplo: pizza, chocolate, helado.
Exige ser satisfecha inmediatamente.
Comes en mayor cantidad de lo que normalmente harías. Sigues comiendo aunque te sientas muy satisfecha.
Terminas con un sentimiento de culpa.
10 Signos de que tienes deficiencia de hierro
La deficiencia de hierro es una de las más comunes entre las mujeres. El hierro es necesario para producir hemoglobina, una proteína de la sangre que la ayuda a transportar oxígeno a todo el cuerpo. Si no tienes hierro, tu cuerpo sufre y puede llegar a tener anemia. Por eso, si tienes alguno de estos signos de deficiencia de hierro que te presentamos a continuación, es hora de que visites a un médico.
#1 Estás exhausta
El síntoma de deficiencia de hierro más común es también difícil de detectar: estar exhausta. Sin embargo, esto se lo puedes acharar a tu ritmo de vida ajetreado, y por eso ni reparar en el hecho de que todos los días estás cansada ni bien te levantas.
Al tener una deficiencia de hierro, el cuerpo tiene menos oxígeno y por ende está privado de la energía que necesita para el día a día –independientemente de si haces mucho o no–. Si tu fatiga está unida a una sensación de irritabilidad, debilidad o incapacidad para concentrarte, entonces acude a que un médico te haga una analítica de sangre.
#2 Tienes períodos menstruales abundantes
En las mujeres, la causa número uno de deficiencia de hierro es la pérdida de sangre durante la menstruación. Durante una menstruación en la que se pierde mucha sangre –por una duración de muchos días o por tener pérdidas grandes– es posible que el cuerpo utilice el resto del ciclo para reponer la mitad, pero nunca llega al 100%. De esta forma, en el siguiente período perderemos otros tanto, empeorando la situación.
Para que sea normal, tu período debe significar dos a tres cucharadas llenas, como mucho. Como eso no lo puedes medir, haz la prueba del tampón: si te lo tienes que cambiar cada menos de dos horas, habla con tu ginecólogo.
#3 Estás pálida
Hay gente que es pálida por naturaleza, pero si estás más de lo habitual y tienes un aspecto enfermo, probablemente tengas niveles de hierro por debajo de lo normal. La hemoglobina es la que da el color rojo a la sangre, y a su vez, aporta un tono a tu piel. Si no tienes suficiente hemoglobina, estarás más pálida.
Es fácil de detectar, y además, para más seguridad, podemos fijarnos si el interior de los labios, encías y párpados son menos rojos de lo normal.
#4 Te quedas sin aliento fácilmente
No importa qué tan profundo respires, si tus niveles de oxígeno son bajos perderás el aliento rápidamente. Si sientes que te cuesta respirar haciendo cosas que antes hacías con facilidad –porque también puede faltarte el aliento en tu primer clase de spinning– consulta con tu médico.
#5 Tu corazón “golpetea”
Un corazón con exceso de trabajo puede sufrir de latidos irregulares, soplos cardíacos, insuficiencia cardíaca o corazón más grande. Esto sucede si sufrimos de anemia por deficiencia de hierro hace mucho tiempo. Sin embargo, si tenemos problemas al corazón y aparte sentimos alguna irregularidad, sería bueno consultar a un médico para saber si padecemos de anemia.
#6 Síndrome de las piernas inquietas
El síndrome de las piernas inquietas es aquel por el que no podemos parar de mover las piernas, movimiento que hacemos involuntariamente. El 15% de las personas que padecen este síndrome tienen anemia, ya que cuanto menores son los niveles de hierro, mayores son los síntomas.
#7 Te gusta la arcilla, la tierra y el hielo
Sí, suena por demás extraño, pero la pica –ansia por comer cosas que no son alimentos– puede ser un síntoma de deficiencia de hierro. Si bien hay una variedad de cosas que se suelen comer –tiza, papel, tierra–, las mujeres con anemia suelen sentir deseos de masticar hielo; así que si sientes unas ganas irrefrenables de acudir al congelador –y no necesariamente para probar un delicioso helado–, es conveniente que consultes con tu médico.
#8 Sientes ansiedad sin razón
La deficiencia de hierro puede hacerte sentir más ansiosa de lo normal: la falta de oxígeno acelera el sistema simpático del cuerpo. De esta forma, al acelerarse el corazón, podemos sentir que estamos en modo de huida o lucha permanentemente, incluso cuando estamos relajadas.
#9 Estás perdiendo el cabello
Cuando te cepillas el pelo, mucho cabello queda en el suelo y el peine. Esta puede ser una clara señal de deficiencia de hierro, debido a que tu cuerpo está en modo “sobrevivir”, y por ende el oxígeno que tienes está destinado a tus funciones vitales y no a mantener un cabello suave, abundante y brillante. Ten en cuenta las cantidades: al día se pierden alrededor de 100 cabellos, si es más puede que necesites consultar al médico.
#10 Tu lengua es rara
Los recuentos bajos de hierro darán un color más blancuzco a tu lengua, además de que la falta de hierro reduce los niveles de mioglobina, una proteína de los glóbulos rojos necesaria para la fuerza muscular. Por eso, puede que también notes la lengua inflamada, con dolor y extremadamente suave.
Estas son algunas señales de que tienes deficiencia de hierro que deberías tener en cuenta, ya que pueden ayudarte a diagnosticar el problema y buscar una solución.
Daños del Enojo
Los daños que provoca en la salud el hecho de estar enojados
Cuando nos enojamos, los músculos y articulaciones se tensan, la sangre circula a menor velocidad y se alteran la actividad cerebral y el equilibrio en los sistemas nervioso, hormonal y cardiovascular.
Más allá de que no es bueno enojarse con alguien ni con uno mismo, este sentimiento acarrea muchos problemas a nuestro cuerpo. Hay una gran relación entre nuestras sensaciones y cómo el organismo responde a él. En el siguiente artículo te enterarás de los daños para la salud de estar enojado, para que empieces a evitar ser un gruñón.
La ira (o el enojo) y el miedo son las dos emociones que peor hace a nuestro cuerpo, corazón y mente. Se dice que ambas son las causantes de todos los males (o la mayoría de ellos), incluyendo las enfermedades. Si bien todavía no se sabe mucho al respecto, algunas investigaciones ya lo están demostrando y vale la pena conocer lo que se ha confirmado hasta el momento.
Evita enojarte y vivirás más y mejor
Vivir feliz es la mejor manera para evitar los dolores, las patologías y las enfermedades. Tomar las cosas con calma y no sobre enojarte ni dejar lugar a la ira tiene mucho que ver en tu salud. No se trata únicamente de una buena actitud o algo relacionado a la buena educación, sino que evitar el enojo puede ser la mejor medicina para tu cuerpo lastimado, herido o apesadumbrado. Es que durante un momento de enojo, los músculos y articulaciones se tensan (o engarrotan), la sangre circula a menor velocidad, se altera el equilibrio en los sistemas nervioso, hormonal y cardiovascular; la presión arterial aumenta, al igual que la frecuencia cardíaca y la hormona testosterona; se altera la actividad cerebral (sobre todo los lóbulos temporal y frontal) y la bilis es producida en exceso, por lo cuál aparece en partes del cuerpo que no corresponde.
Arritmias
El estrés físico y mental que producen los enojos puede desencadenar un colapso cardíaco y cualquier afección relacionada al corazón.
Daños hepáticos
Y también en la vesícula biliar, ya que la ira provoca una mayor secreción de bilis de lo que debería en condiciones normales. Esta sustancia debe ser expulsada a través de la vesícula, por ello es que este órgano también se resiente.
Dolores musculares
Al molestarnos con nuestro jefe, con la pareja, los hijos o el tránsito, el cuerpo segrega una hormona llamada adrenalina, la cuál también aparece en demasía cuando estamos ante una situación de temor excesivo. Esto puede causar dolores o contracturas en los músculos, así como también dolor de cabeza. Los hombros, la nuca y la espalda son los que se llevan la peor parte, ya que deben cargar con todo el peso de la tensión.
Diarrea
Estar enojado puede provocar lo que se conoce como síndrome del colon irritable (inflamación) y esto conlleva a la colitis o diarrea, por más de que se coman alimentos que no la produzcan. El estrés, el miedo, la tensión y la ira causan desequilibrios intestinales.
Gastritis
Es una de las consecuencias más frecuentes del enojo y los síntomas son típicos: reflujo, dolor, ardor, sensación de fuego en la boca del estómago. La acidez estomacal inflama la mucosa gástrica cuando hay muchos episodios de ira. Si te sueles enojar muy seguido puede que no sólo padezcas gastritis, sino también, llegues a sufrir de úlceras en el estómago.
Dermatitis
La comezón, el sarpullido y el prurito tienen, entre otras causas, al enojo como un desencadenante principal. Lo mismo ocurre en los casos de tensión, estrés, nerviosismo, ansiedad y miedo. Si hay alguna herida, ésta puede infectarse o empeorar el cuadro debido a que la persona se rascará más fuerte de lo habitual, por ejemplo.
Ira, enojo y salud
Es cierto que hay persona que se enojan más fácilmente, otras que no tienen inconvenientes en encolerizarse y están aquellos que de algo pequeño empiezan a echar humo por las orejas. Estas sensaciones no sólo repercuten en los demás, sino en nosotros mismos como ya se indicó anteriormente.
Las causas de la ira o del enojo son variadas y depende de cada persona. Lo que si es verdad es que la suma de varios problemas o reveses en la vida nos pueden llevar a perder el control sobre nuestras emociones. La ira es una reacción límite que tiene la mente para afirmar su propio yo o que se tiene razón, por ello es que una persona al enojarse grita, por ejemplo.
También puede estar causada por una amenaza, por el estrés o por eventos que ocurren sin que el individuo pueda hacer nada al respecto. Sin embargo, reprimir el enojo tampoco es bueno, ya que nos puede afectar en la salud psicofísica.
¿Cómo evitar enojarse?
La clave, afirman los psicólogos, es el autocontrol. El ritmo de la vida cotidiana nos lleva a enojarnos por cualquier cosa, no nos da tiempo ni espacio para hacer un “break” y bajar varias revoluciones. Parece que el universo conspira para desatar nuestra ira.
El tránsito, las obligaciones, las cuentas, la convivencia, el jefe, el autobús o los problemas personales no deberían ser motivo para enojarnos. Si bien parece más sencillo decirlo que hacerlo, se pueden ir modificando los hábitos de a poco. Es importante tomarse diez minutos al día para reprogramar la mente. ¿Cómo? Con meditación, con yoga, con ejercicios de respiración o simplemente, con una taza de té y un buen libro o sentarse a escuchar los pájaros en el césped.
En un espacio ideal para la relajación, limpio y ordenado, colocar un aroma que nos tranquilice, como puede ser un incienso, un difusor o un aceite esencial. Pon música para calmarte un poco más. Se recomiendan los sonidos de la naturaleza, la música clásica o la que se usa para la meditación. Cierra los ojos, respira profundamente por la nariz y deja que esto te tranquilice.
En el momento en que estás por protagonizar un momento de ira, recuerda esta sensación de paz. Otra técnica muy útil consiste en respirar lento y pausado mientras cuentas de diez hasta uno. No reaccionar al primer momento de la agresión o del problema puede ayudarte a reducir la ira o el enojo.
Cuando nos enojamos, los músculos y articulaciones se tensan, la sangre circula a menor velocidad y se alteran la actividad cerebral y el equilibrio en los sistemas nervioso, hormonal y cardiovascular.
Más allá de que no es bueno enojarse con alguien ni con uno mismo, este sentimiento acarrea muchos problemas a nuestro cuerpo. Hay una gran relación entre nuestras sensaciones y cómo el organismo responde a él. En el siguiente artículo te enterarás de los daños para la salud de estar enojado, para que empieces a evitar ser un gruñón.
La ira (o el enojo) y el miedo son las dos emociones que peor hace a nuestro cuerpo, corazón y mente. Se dice que ambas son las causantes de todos los males (o la mayoría de ellos), incluyendo las enfermedades. Si bien todavía no se sabe mucho al respecto, algunas investigaciones ya lo están demostrando y vale la pena conocer lo que se ha confirmado hasta el momento.
Evita enojarte y vivirás más y mejor
Vivir feliz es la mejor manera para evitar los dolores, las patologías y las enfermedades. Tomar las cosas con calma y no sobre enojarte ni dejar lugar a la ira tiene mucho que ver en tu salud. No se trata únicamente de una buena actitud o algo relacionado a la buena educación, sino que evitar el enojo puede ser la mejor medicina para tu cuerpo lastimado, herido o apesadumbrado. Es que durante un momento de enojo, los músculos y articulaciones se tensan (o engarrotan), la sangre circula a menor velocidad, se altera el equilibrio en los sistemas nervioso, hormonal y cardiovascular; la presión arterial aumenta, al igual que la frecuencia cardíaca y la hormona testosterona; se altera la actividad cerebral (sobre todo los lóbulos temporal y frontal) y la bilis es producida en exceso, por lo cuál aparece en partes del cuerpo que no corresponde.
Arritmias
El estrés físico y mental que producen los enojos puede desencadenar un colapso cardíaco y cualquier afección relacionada al corazón.
Daños hepáticos
Y también en la vesícula biliar, ya que la ira provoca una mayor secreción de bilis de lo que debería en condiciones normales. Esta sustancia debe ser expulsada a través de la vesícula, por ello es que este órgano también se resiente.
Dolores musculares
Al molestarnos con nuestro jefe, con la pareja, los hijos o el tránsito, el cuerpo segrega una hormona llamada adrenalina, la cuál también aparece en demasía cuando estamos ante una situación de temor excesivo. Esto puede causar dolores o contracturas en los músculos, así como también dolor de cabeza. Los hombros, la nuca y la espalda son los que se llevan la peor parte, ya que deben cargar con todo el peso de la tensión.
Diarrea
Estar enojado puede provocar lo que se conoce como síndrome del colon irritable (inflamación) y esto conlleva a la colitis o diarrea, por más de que se coman alimentos que no la produzcan. El estrés, el miedo, la tensión y la ira causan desequilibrios intestinales.
Gastritis
Es una de las consecuencias más frecuentes del enojo y los síntomas son típicos: reflujo, dolor, ardor, sensación de fuego en la boca del estómago. La acidez estomacal inflama la mucosa gástrica cuando hay muchos episodios de ira. Si te sueles enojar muy seguido puede que no sólo padezcas gastritis, sino también, llegues a sufrir de úlceras en el estómago.
Dermatitis
La comezón, el sarpullido y el prurito tienen, entre otras causas, al enojo como un desencadenante principal. Lo mismo ocurre en los casos de tensión, estrés, nerviosismo, ansiedad y miedo. Si hay alguna herida, ésta puede infectarse o empeorar el cuadro debido a que la persona se rascará más fuerte de lo habitual, por ejemplo.
Ira, enojo y salud
Es cierto que hay persona que se enojan más fácilmente, otras que no tienen inconvenientes en encolerizarse y están aquellos que de algo pequeño empiezan a echar humo por las orejas. Estas sensaciones no sólo repercuten en los demás, sino en nosotros mismos como ya se indicó anteriormente.
Las causas de la ira o del enojo son variadas y depende de cada persona. Lo que si es verdad es que la suma de varios problemas o reveses en la vida nos pueden llevar a perder el control sobre nuestras emociones. La ira es una reacción límite que tiene la mente para afirmar su propio yo o que se tiene razón, por ello es que una persona al enojarse grita, por ejemplo.
También puede estar causada por una amenaza, por el estrés o por eventos que ocurren sin que el individuo pueda hacer nada al respecto. Sin embargo, reprimir el enojo tampoco es bueno, ya que nos puede afectar en la salud psicofísica.
¿Cómo evitar enojarse?
La clave, afirman los psicólogos, es el autocontrol. El ritmo de la vida cotidiana nos lleva a enojarnos por cualquier cosa, no nos da tiempo ni espacio para hacer un “break” y bajar varias revoluciones. Parece que el universo conspira para desatar nuestra ira.
El tránsito, las obligaciones, las cuentas, la convivencia, el jefe, el autobús o los problemas personales no deberían ser motivo para enojarnos. Si bien parece más sencillo decirlo que hacerlo, se pueden ir modificando los hábitos de a poco. Es importante tomarse diez minutos al día para reprogramar la mente. ¿Cómo? Con meditación, con yoga, con ejercicios de respiración o simplemente, con una taza de té y un buen libro o sentarse a escuchar los pájaros en el césped.
En un espacio ideal para la relajación, limpio y ordenado, colocar un aroma que nos tranquilice, como puede ser un incienso, un difusor o un aceite esencial. Pon música para calmarte un poco más. Se recomiendan los sonidos de la naturaleza, la música clásica o la que se usa para la meditación. Cierra los ojos, respira profundamente por la nariz y deja que esto te tranquilice.
En el momento en que estás por protagonizar un momento de ira, recuerda esta sensación de paz. Otra técnica muy útil consiste en respirar lento y pausado mientras cuentas de diez hasta uno. No reaccionar al primer momento de la agresión o del problema puede ayudarte a reducir la ira o el enojo.
Causas de dolor en la espalda baja y cómo aliviar el dolor lumbar
Al igual que es importante el reposo en las primeras fases, es fundamental que, posteriormente, empecemos a realizar algún ejercicio de bajo impacto para mejorar la condición
El dolor en la parte baja de la espalda, también conocido como dolor lumbar o lumbalgia, es un tipo de dolor que puede ir desde lo más leve hasta llegar a ser un dolor fuerte y persistente que puede incapacitar a la persona.
La zona lumbar está compuesta por una estructura intrincada, de elementos interconectados y superpuestos que, de irritarse o presentar algún tipo de problema, pueden desencadenar una lumbalgia o un dolor que se extiende desde esta área hasta otras partes del cuerpo.
De acuerdo con los datos estadísticos, de un 70% a un 85% de las personas llegan a experimentar un dolor lumbar en algún momento de su vida; además, las personas más propensas en padecerlo son las que están en un rango de edad entre los 30 y los 60 años.
¿Cuáles son los síntomas del dolor en la espalda baja?
Al sufrir algún tipo de lesión en la parte baja de la espalda, el paciente puede sufrir diferentes síntomas que pueden variar según la gravedad del problema.
Los síntomas más comunes pueden incluir:
Hormigueo o sensación de ardor.
Sensación de dolor sordo o dolor agudo.
Dolor intenso.
Dolor que irradia a otras zonas, como las piernas, la cadera o la parte inferior del pie.
Espasmos musculares.
Aunque la lumbalgia es muy común en las personas, su gravedad puede variar mucho según la causa y el tipo de lesión que se esté sufriendo.
Por ejemplo, una simple distensión muscular puede ser tan intensa que lo más probable es que el paciente debe ir por urgencias al médico; en cambio, una degeneración discal podría causar síntomas leves e intermitentes.
¿Qué causa el dolor en la espalda baja?
La mayoría de personas tendrán que experimentar al menos un dolor de espalda en su vida.
Aunque esta dolencia puede aparecer en cualquier parte de la espalda, a menudo la zona más afectada es la región lumbar, que es la responsable de sostener una gran parte del peso corporal.Este problema aqueja a tantas personas todos los días, que en Estados Unidos es la segunda causa de consultas médicas después de la gripe y los resfriados.
El dolor puede aparecer como consecuencia de levantar algo muy pesado, desplazarse repentinamente, estar sentado por mucho tiempo, tener una mala postura o sufrir una lesión o accidente.
Pero además de lo mencionado, este síntoma está asociado a otros problemas como:
Traumatismos, lesiones o fracturas.
Degeneración de las vértebras (a menudo causada por tensión en los músculos y ligamentos que sostienen la columna vertebral o por los efectos del envejecimiento).
Infecciones del riñón o cálculos renales.
Crecimiento anormal o tumor que afecte la columna.
Obesidad (causante de presión y degeneración de los discos).
Perder el tono de los músculos de la espalda.
Esguince o torcedura.
Desgarros de los músculos o los ligamentos.
Problemas en las articulaciones como la artritis, osteoartritis, artritis psoriásica y artritis reumatoidea.
Fumar de manera excesiva.
Tener una hernia discal.
Infección de la columna vertebral (osteomielitis, disquitis, absceso).
Enfermedades que afectan los órganos reproductores femeninos, como endometriosis, quistes ováricos, cáncer ovárico o miomas uterinos.
¿Cómo aliviar el dolor el dolor lumbar?
Ante un dolor lumbar se deben tener en cuenta algunas recomendaciones para evitar que se convierta en algo crónico.
Si este dolor te está aquejando, atiende los siguientes consejos:
Evitar la actividad física en las primeras horas del dolor. Esto ayuda a calmar el dolor y contribuye a disminuir una posible inflamación.
Para aliviar la zona afectada, aplicar una compresa caliente o fría, según la preferencia. Una buena opción es aplicar hielo durante las primeras 48 a 72 horas y luego usar calor.
A la hora de dormir, la posición del cuerpo debe ser fetal, ya que esta ayuda a aliviar la presión de la espalda.
Si el dolor es intenso se puede recurrir a algún analgésico de venta libre. Sin embargo, no se recomienda tomarlos sin supervisión médica y menos exceder su consumo.
Después de haber estado en reposo, es muy importante hacer algún tipo de actividad física de bajo impacto para empezar a tratar el origen del problema.
Para empezar se puede hacer ejercicio aeróbico, y luego, incluir estiramientos y fortalecimientos, en lo posible con la ayuda de un entrenador.
Los masajes también pueden ayudar a disminuir el dolor. En este caso es muy importante hacerlo con la ayuda de un experto, ya que una mala presión puede empeorar el problema.
domingo, 23 de julio de 2017
domingo, 16 de julio de 2017
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