Paco: madres contra el miedo
“Soy conciente de que si mi hijo consume paco está arriesgando su vida, pero también la vida de los demás porque quizás, para conseguir la plata para comprarlo, roba y puede llegar a matar a alguien. Y detrás de esa persona hay una familia que, como la mía, también es víctima. Con nuestra lucha no solamente estamos cuidando la vida de nuestros hijos, sino la de los demás”, afirma María Rosa, una de las madres que desde el 2003 se viene movilizando para pelear contra el consumo del “paco”.
María Rosa tiene 44 años pero por el tono de su voz parece que tuviera 20 más. Vive en Ciudad Oculta y es madre de Jeremías, de 21, y José, de 27. Ambos fueron consumidores de pasta base de cocaína, el residuo que queda luego de que es purificada con solventes neurotóxicos y que son los que causan lesiones irreversibles. Jeremías pudo zafar y hoy consiguió un trabajo. “Cuando lo interné, pesaba 45 kilos con 1,80 metros de altura. Estuvo 6 meses en una comunidad privada donde lo sobremedicaron. Aumentó de peso por la retención de líquidos y perdió la sensibilidad, al punto de que cuando se quemaba, no sentía nada. De ahí lo trasladé a un neuropsiquiátrico a través del Sedronar”, admite con resignación.
José, que fue quien la había impulsado a hacer algo para tratar de sacar a su hermano Jeremías del paco, comenzó a consumir hace seis meses.
“Se quedó sin trabajo, tiene dos nenas y se le había muerto una de 9 meses. Buscó consuelo en un lugar equivocado y se entregó al paco. Él dice que quiere zafar y no puede. Se escapó de donde estaba internado porque no aguantó la abstinencia, que es tremenda y muy difícil de superar”, asegura.
María Rosa se resiste a que las llamen “las madres del paco” porque –según aclara- “somos madres que luchamos contra esta droga”, por eso optaron por el nombre Madres por la vida. Este grupo de mujeres de Ciudad Oculta, un asentamiento en Villa Lugano, se juntaron cansadas de ver enfermar y morir a sus hijos por el paco. El 31 de mayo marcharon a la Casa de Gobierno para entregarle un petitorio al presidente Kirchner, convencidas de que la solución “tiene que venir desde el gobierno”. Pero, hasta hoy, no tuvieron respuesta. “Me hubiese gustado que el Presidente nos hubiera llamado para sentarnos al lado de él y contarle lo que nos pasa”, reconoce.
¿Delincuentes o enfermos?
Para el presidente de la Federación de Organizaciones no Gubernamentales de la Argentina para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas (FONGA), Rubén González, el consumo de paco está vinculado con situaciones de marginalidad que viven niños y adolescentes producto de la exclusión social en la que están inmersos.
“Hay ya generaciones de excluidos que no han visto trabajar ni a sus padres ni a sus abuelos, que fueron dejado en el camino por el modelo neoliberal. Niños y adolescentes que están sin un cuidado y comienzan a consumir todo tipo de sustancias: no sólo paco, sino también alcohol, psicofármacos, pegamento o nafta”, sostiene González.
Pero el paco, además de ser barato, es la droga que produce un mayor deterioro en menor tiempo. “Es una de las sustancias más peligrosas por la adicción que genera. Nadie puede sostener un consumo de paco de años , en forma permanente, como sí sucede por ejemplo con la cocaína. Después de algunos meses, el daño en la salud psíquica y neurológica de los pibes es muy grave”, señala desde su experiencia de 25 años de trabajo en una de las 50 organizaciones que integran FONGA.
María Rosa cuenta que por el estado de adicción en el que estaba Jeremías, cuando intentó recuperarse y entró en abstinencia, quiso matarse. “Son concientes de que el consumo los lleva a la muerte pero hacen lo que sea para conseguir. Al mismo tiempo reconocen que es una mierda y que en cualquier momento tienen tuberculosis, hemorragia estomacal o secuelas en el sistema nervioso central que les generan temblores. Jeremías tuvo hemorragia y, en el neuropsiquiátrico, tenía que estar atado y lo tenían que limpiar. Imaginate lo que le hace eso a un chico de 19 años”, se lamenta.
Más allá de que la sociedad suele ver a los “paqueros” como “delincuentes”, los especialistas advierten que el adicto a la pasta base de la cocaína es un enfermo. Concientizar a la sociedad de que se trata de adictos que necesitan rehabilitación y no la cárcel, es una de las tareas que se propuso el grupo de estas Madres por la Vida.
“El consumo de paco es una enfermedad como lo es cualquier otro uso adictivo de sustancias dañinas y genera un trastorno compulsivo que no se puede controlar por tratarse de una sustancia fuertemente adictiva”, advierte Hugo Miguez, psicólogo y especialista en adicciones.
Las cifras que da son contundentes: “La frecuencia de consumo diario en el caso de la marihuana es de un 3% en zonas críticas, en tanto que en el consumo de paco diario supera el 60%”.
“Salen a robar para poder consumir, no para comprarse un sándwich. Y los vecinos que les compran una plancha o ropa que robaron de su casa son también cómplices. Después terminan encargándoles otros objetos que ellos, por la desesperación, salen a robar como sea. Les piden un celular de tal marca porque saben que lo van a conseguir para cambiarlo por plata para poder consumir”, cuenta María Rosa.
Cada vez más chicos
El consumo de paco aumentó en los últimos cuatro años con una tendencia preocupante. Lo fuman pibes cada vez más jóvenes. “Ha bajado el umbral de edad de inicio. Hace diez años era excepcional que un niño estuviera en tratamiento por uso de drogas. Hoy, un tercio de los chicos internados en alguno de los centros de FONGA tiene menos de 14 años“, sostiene González. Explica que el fenómeno obedece a que “hay más oferta porque la demanda siempre está por el deterioro social. Y, en determinados sectores donde es más notorio, hay un caldo de cultivo muy grande para este tipo de adicciones” analiza González.
Para Miguez es importante evitar la doble exclusión. “Si un muchacho tiene problemas porque es un paquero, la comunidad inmediatamente lo estigmatiza o lo rechaza. Y ahí pierde el único puente que puede transitar para su recuperación. La comunidad tiene que aceptar que el joven es parte de ella y que necesita ayuda para poder salir. No es fácil porque un chico adicto trasgrede las reglas sociales todo el tiempo y la comunidad lo rechaza”.
Madres sin miedo
Las Madres contra el paco tratan, además, de terminar con el miedo. Intentan romper el silencio para que la gente en los barrios se anime a denunciar a los vendedores de paco. Gracias a su valentía, en febrero de este año el narcotraficante Isidro Ramírez fue denunciado y condenado a 8 años de prisión por comercialización de estupefacientes agravado por la utilización de menores de edad y tenencia ilegal de armas de guerra.
“Más allá de nuestras denuncias, el peligro está continuamente, pero también está la vida de mi hijo. Yo recibí amenazas, pero si ves que tu hijo se te está muriendo, te las olvidás”, afirma María Rosa.
Las madres se juntan una vez por semana y comparten experiencias. Arman estrategias para exigirle al Estado que combata el tráfico ilegal y que el problema sea visto como una enfermedad. Pero no se quedan en la queja: caminan por el barrio de noche y hablan con los chicos que fuman. María Rosa cuenta, por ejemplo, que se contacta con el Sedronar para que realicen internaciones en el día pero advierte que, como no hay orden judicial, los chicos salen de los hospitales a los dos o tres días.
“Los hospitales municipales, a diferencia los neuropsiquiátricos privados, no están preparados para recibir consumidores de paco. Y el Estado no toma cartas en el asunto, no hace un control de cómo están los chicos en las internaciones, ni un seguimiento del tratamiento”, alerta María Rosa.
Miguez admite que “el tema de las adicciones, en general, es difícil para el sistema hospitalario porque les cuesta visualizar al adicto como un enfermo” y señala que por eso la Subsecretaría de Atención a las Adicciones bonaerense abre centros en zonas críticas, dentro de sus posibilidades. En la Ciudad, en tanto, se abrió Casa Puerto, en Flores, que recibe pacientes derivados de hospitales públicos.
Organismos e instituciones a las que podés consultar o donde buscar ayuda:
• SEDRONAR: 0800-222-1133.
• Secretaría de Adicciones de la provincia de Buenos Aires: 0800-222-5462 (24 hs.)
• Servicios de Salud Mental y Toxicología del Hospital Fernández: (011) 4808-2600/2601/ 4809-0808.
• Casa Puerto: (011) 4633-3469.
• Servicio Ayuda en Drogas y Alcohol del gobierno de la Ciudad (SADA): (011) 4861-5586 (lunes a viernes de 8 a 20 hs.)
• Línea Emergencia Social 108 (24 hs.)
• Línea SALUD del Gobierno de la Ciudad 0-800-333-7258 (24 hs.)
• Federación de Organizaciones no Gubernamentales de la Argentina para la Prevención y el Tratamiento del Abuso de Drogas (FONGA): (011) 4815-6191.
• Fundación Manantiales: (011) 4382-8500.
• Fundación Aylén: (011) 4791-4691.
• Narcóticos Anónimos de la Argentina: (011) 4345-7445 (24 hs)
Fuente: http://weblogs.clarin.com/plaza-publica/2007/08/30/paco_madres_contra_el_miedo/
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