El mayor beneficio que presenta la osteopatía frente a otras terapias manuales es el principio de ‘mínima intervención’. Al contrario de las directrices y patrones de actuación de las terapias normalizadas, la medicina osteopática no busca la intrusión directa en una dolencia para erradicarla, sino que analiza el posible origen y estudia la evolución. Con esta información el profesional puede paliar la dolencia eliminando la causa que la origina, sin técnicas tan invasivas o agresivas (fármacos, aplicación de aparatología fisioterapéutica, etcétera), fomentando así la capacidad de autocuración del organismo.
Y es que, está demostrada –ante ciertos problemas–, la facultad que posee el cuerpo humano de regenerarse, de auto sanarse, de adaptarse a los mecanismos lesionales y a las agresiones externas: los seres humanos son capaces por sí mismos de cicatrizar sus heridas, cerrar ulceraciones, sanar de procesos gripales eliminando agentes infecciosos, soldar fracturas óseas, recubrir objetos extraños con tejido fibrótico…; la osteopatía, sencillamente, ayuda con sus técnicas a mantener esta virtud.
¿Para quién está indicada la osteopatía?
Gracias al concepto holístico de la osteopatía (que entiende el cuerpo como un todo), su uso está recomendado para una amplia variedad de trastornos y alteraciones orgánicas:
Osteo-articulares y músculo-esqueléticas: esguinces, contracturas, tendinitis, radiculopatías (pérdida de sensibilidad), dolencias fruto de dismetrías estructurales (miembros de distintas longitudes), etcétera.
Digestivas: colon irritable, meteorismo, estreñimiento, gases, hernia de hiato, gastritis…
Genito-Urinarias: incontinencia, amenorrea, dismenorrea, cistitis, trastornos menopáusicos y otros.
Sistema respiratorio: asma, tos, bronquitis…
Neuronales: cefaleas de distintos orígenes, neuralgia trigeminal, migrañas tensionales.
Pediatría.
Postoperatorios.
Trastorno del sueño, fatiga, vértigos, cansancio generalizado, estrés, ansiedad, etcétera.
Obstetricia.
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